Los documentos coloniales


 

La red como grupo de trabajo no solo apunta a recoger la documentación del siglo XVI-XVIII, sino que también, intenta discutir, problematizar y repensar los distintos géneros discursivos que adoptan los textos estudiados.

Los discursos y textos nos permiten adentrarnos en la toponimia, por ejemplo, filón importante en una filología cultural, como podría caracterizarse la función de nuestro grupo. Se sabe que los jesuitas bautizaron el territorio con los nombres de los santos de la Compañía, pero quedaron los nombres de lugar indígenas: ¿han permanecido desde los primeros datos (s. XVI) o han ido cambiando y cómo?

Podemos encontrar en los escritos e historias de fundaciones de pueblos datos sobre antropización del espacio y urbanismo por parte de misioneros e indígenas; cómo se ha adaptado tan perfectamente la arquitectura a las condiciones climáticas, ergonómicas y ecológicas del hábitat. Estudiar al estilo de Gunter Weimer[1] la influencia de las culturas indígenas sobre la arquitectura popular actual.

Igualmente nos interesan las manifestaciones artísticas (escultura, pintura), las partituras e instrumentos musicales[2], los grabados de imprenta[3], el Patrimonio indígena misionero y su Museología.

Para el caso de las publicaciones en latín todo se complica porque a la vez están presentes realidades castellanas, portuguesas y guaraníes en los informes latinos misioneros.  ¿Qué efectos retóricos producía/e la traducción a latín de las instituciones indias o castellanas?

Desde la Pragmática habrá que estudiar a los redactores autores de los documentos y a los destinatarios a quienes iban dirigidos y con qué intención los escriben.  

El género literario de los documentos importa también. Muchos escritos son “relaciones” sobre la cultura indígena en que se mueve el escritor misionero. Pero además suelen ser cartas. Así, la carta-relación que he editado (el mss. 18581/18 de Gayangos, BNEspaña) encierra al mismo tiempo una relación etnográfica sobre la cultura guaraní, en la que el autor ha estado misionando pero dentro del formato de una carta en parte auto-justificadora: ratio agendi apud Guaranos “Nuestra forma de obrar con los guaraníes”.

Por un lado, las `relaciones´ como género literario tienen su origen en las relaciones geográficas del Imperio español[4]. Comenzaron a instancias de Felipe II aplicándose primero a la Península y más tarde a América. López de Velasco pudo culminar felizmente la labor iniciada por Ovando, creando un cuestionario de 50 puntos al que debían contestar los funcionarios de Indias. Los 50 puntos respondían al interés de Felipe II por conocer los recursos de sus dominios y someterlos al orden legal de España. Era una obligación de los gobernadores y virreyes responder a este cuestionario. Los eclesiásticos y las personas particulares en sus relaciones no se veían obligados a seguir el cuestionario, pero se ayudaban de él.

En el mismo tenor se requería a los rectores de los colegios, superiores de las casas y a los provinciales desde la secretaría del prepósito general jesuítico en Roma, que remitieran informes sobre lo que ocurría en ellas. Estos informes (cartas, catálogos y litterae annuae, bien anuales o bien cuatrimestrales) seguían un protocolo o formula scribendi. Fue Juan de Polanco, secretario de los tres primeros generales de la Compañía, quien describió en 1547 la Ratio o Formula scribendi.  El gobierno de la Compañía imponía a los provinciales (y estos a sus misioneros en una relación piramidal), la obligación de escribir cartas al secretariado de Roma, catálogos de personal y de medios, informes de las visitas a colegios y misiones, etc. Pero había además una relación circular y entre pares, aunque supervisada: eran aquellas cartas consideradas edificantes, que eran rápidamente transcritas y enviadas para que las leyeran los alumnos y miembros de las instituciones jesuíticas. Estas cartas se escribían para que otros misioneros en otras latitudes pudieran escucharse y para atraer vocaciones entre los jóvenes estudiantes. Como dicen las Constituciones jesuíticas (parte VIII, cap. I): «De lo que ayuda para unir los repartidos con su cabeza y entre sí». Seguramente tenían también un objetivo propagandístico. En 1598 el general Claudio Aquaviva ordena y exhorta a los provinciales  a escribir la historia de sus provincias, que sean edificantes y contengan los martirios, sacrificios y dedicación de los miembros de la Compañía. Pablo Ibáñez, que ha trabajado el tema en su obra El martirio de Laureano, ve interesante estudiar este género literario de los martirios (con antecedentes en la Hagiografía antigua), sus figuras estilísticas... y la realidad de los hechos.

Puede resultar interesante contrastar las relationes contenidas en las cartas jesuíticas con las relaciones laicas de los gobernadores y viajeros.  Lo ideal sería llegar a obtener una imagen diferente de las etnias convertidas, reducidas o urbanizadas, pero también de las ambiguas y de las conflictivas (“infieles”) respecto al imperio y a la iglesia; que en vez de verlas como pasivos, nos permitieran ver  a los indios como agentes, negociando y finalmente asumiendo las nuevas técnicas, ideas e imágenes.

Y dentro de las cartas jesuíticas, se podían hacer estudios comparados: No son lo mismo las cartas oficiales, que aquellas que tienen una circulación más privada o directa entre escritor y destinatario. Hay diferencias entre los diversos escritores jesuitas e incluso entre las distintas épocas en que escriben: No es lo mismo en una primera época cargada de grandes dificultades, sacrificios e incluso martirios (las reducciones), que cuando están ejerciendo en paz sus ministerios en sus misiones (doctrinas misioneras), y finalmente, tras la expulsión de los jesuitas. Muchos autores parece que van modulando sus escritos, reescribiéndolos con adiciones y supresiones según estas circunstancias. Ese es el caso de Muriel.

Además, los escritos misioneros no son espontáneos, sino que siguen “políticas de publicación”. En la “carta principal” iba lo que podía mostrarse a muchos, con un estilo cuidado que se lograba mediante la escritura y la reescritura, mientras que en las cartas privadas (las “hijuelas”) se dejaba “hablar al corazón” escribiendo las cosas que no eran para mostrar, especialmente aquellas que “toquen a príncipe o prelado” (Morales 2005: 23 y 24[5], apud Wilde, Religión y poder, introducción[6]).

Respecto a las supresiones de datos en estas fuentes latinas, somos conscientes de que, según Wilde, Religión y poder, introducción, “ciertas prácticas indígenas, como la poligamia o la “hechicería”, fueron deliberadamente ocultadas por los sacerdotes jesuitas en las fuentes de circulación más amplia, aunque aparentemente formaban parte de la vida cotidiana misional. Este ocultamiento deliberado queda claro en una orden del provincial Machoni incluida en un libro de preceptos del siglo XVIII: “Procure su reverencia atajar el pernicioso desorden de referir, o escribir los delitos de los indios, debiendo hablar de lo bueno, que hay, y callar lo malo; y no deje al que hallare sin castigo”[7]. Por lo que resulta muy interesante restituirlas.

El uso de denominaciones latinas, propias de la Roma clásica, añade una dificultad a la ya existente de comparar las instituciones guaraníes con las ibéricas. El vocabulario clásico latino puede encerrar analogías y metáforas, eufemismos, disfemismos, que pueden ser mal interpretados. Las instituciones clásicas romanas fueron conservadas por los jesuitas en la administración de sus colegios, p. ej.: prefectos, ecónomos, pretores, centurión, censor, etc. Las denominaciones que se conservan sólo por erudición o necesidad de traslación del castellano o guaraní al latín, hay que desentrañarlas y diferenciar en ellas las características históricas y étnicas propias del s. XVIII. Unas se asemejarán y otras no. Hay que evitar dar saltos que pueden simular o disimular ideológicamente instituciones de hecho, y que pueden encubrir cuestionamientos importantes.
 
Hay eufemismos. Tal es el caso del Padre jesuita al decir que ejerce funciones de pater familias, cuando realmente la expresión hay que entenderla como que el párroco ejerce de administrador absoluto (económico, jurídico y simbólico) de la misión o pueblo. Y neologismos como los referentes a los caciques frente a los “indios del común”, ¿se corresponden con la clasificación castellana de “nobles, hidalgos, principales, señores” frente a los “vasallos”? ¿Y con la latina: nobiles / plebeii?[8]  El cacique y sus hijos varones son herederos de cacicazgo al estilo de Castilla y por la nobleza de sangre. Igual ocurre con las denominaciones: “indios infieles”, “bárbaros, y en latín gentiles, que son los que no están adoctrinados. Las traducciones al latín son arriesgadas. Es el caso de que a los guaraníes se les considera ¿una nación, un pueblo, bajo la denominación latina: gens?
 
Finalmente, es necesario también caracterizar los idiomas por su época y las grafías del momento en que se escribe el manuscrito; para el latín hay que moverse en el neo-latín, entre eclesiástico y renacentista. Un ejemplo a seguir es el de Barnadas[9].


[1] Weimer, Günter (2005). Arquitetura popular brasileira. São Paulo: Martins Fontes.

[2] Memoria del Mundo. Música americana colonial: una muestra de su riqueza documental. Patrimonio documental propuesto por Bolivia, Colombia, México y Perú. Testimonian cómo, de la mezcla de los legados indígenas, africanos y europeos, nació una nueva cultura que a lo largo de tres siglos no fue enteramente occidental ni hispánica, ni tampoco totalmente americana.

Igualmente, Colección de manuscritos musicales de la Catedral de La Plata. Patrimonio documental propuesto por Bolivia. Su valor trasciende las fronteras locales. Las partituras y textos líricos se han convertido en las principales fuentes para los estudios de investigación sobre el movimiento barroco en las Indias españolas.

[3] González, R. 2009. Textos e imágenes para la salvación: la edición misionera De la diferencia entre lo temporal y eterno. ArtCultura, 11:137-158.

[4] Fueron precedidas de otros géneros: el epistolar y la crónica. La primera la de Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, en la que denuncia la crueldad de los españoles contra los Indios.

[5] Morales, Martín María 2005 A mis manos han llegado Cartas de los Pp. Generales a la antigua provincia del Paraguay (1608-1639). MHSJ-Nova Series Vol. 1. Madrid-Roma: IHSI. Universidad Pontificia Comillas.

[6] Nuestra actitud es la que describe Wilde: “Existe consenso en que el objetivo no es establecer la verdad o falsedad de los dichos de esos actores sino entender por qué dicen lo que dicen en un momento determinado, o comprender por qué actuaron como lo hicieron. Solo es posible acceder a esas prácticas a través de los discursos que esos actores producen, cuya verdad es, en última instancia, la de sus propias circunstancias, a veces desconocidas; su presente histórico. Puesto que todo discurso está condicionado por situaciones concretas de interacción, y posee destinatarios, reales o ficticios, debe reconstruirse el entramado, frecuentemente contradictorio de los mismos, sobre experiencias que son en última instancia inaccesibles para nosotros, contemporáneos”, Wilde, Religión y poder.

[7] Machoni, Antonio. Libro de preceptos. AGN, Leg. 140. p. 8.

[8] “No tenían estos caciques la ostentación de monarcas, que se admiraba en los Incas peruanos, y en los Montezumas mexicanos, pero en medio de una extrema pobreza y barbarie inculta, hacían aprecio de lo noble, y se gloriaban de ser señores de vasallos, que los miraban con respeto, y servían con fidelidad.” (Guevara [1764] 1969: 524), apud Wilde Religión y poder, p. 58. Y Anton Sepp dice: “un cacique tiene la jerarquía de un marqués según la ley española y es un señor feudal que dispone de muchos vasallos, de treinta, cincuenta o cien hombres” (Furlong 1962b: 188).

[9] Barnadas, José María (2005) “Ensayo bibliográfico sobre el latín en Bolivia (EBLB): (siglos XVI-XXI). Cuadernos de Classica Boliviana vol 1.

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